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La sublevación del coronel Pinilla y el inicio de la Guerra Civil en Gijón

El estallido de la Guerra Civil en Gijón tuvo un protagonista militar decisivo: el coronel Antonio Pinilla, jefe del cuartel de Simancas. El 18 de julio de 1936 proclamó su adhesión al levantamiento contra el Gobierno de la República y dictó la declaración del estado de guerra en la ciudad, instando a la población, a las fuerzas de seguridad y al resto de unidades militares a sumarse a la insurrección. Su llamamiento, sin embargo, no surtió el efecto esperado: la mayoría de los gijoneses se mantuvieron fieles a la legalidad republicana.

Un cuartel sublevado en una ciudad republicana

Nada más conocerse el golpe de Estado, sindicatos y organizaciones obreras —especialmente UGT y CNT— movilizaron a miles de seguidores. La Guardia de Asalto y parte de la Guardia Civil se mantuvieron leales al Gobierno. El Ayuntamiento, el puerto, los centros industriales y las comunicaciones quedaron bajo control republicano en cuestión de horas. Solo el cuartel de Simancas resistió. Allí Pinilla concentró a la guarnición, se negó a entregar las armas y trató de mantener un bastión sublevado en pleno territorio contrario.

La ruptura entre la autoridad republicana de la ciudad y el enclave militar fue inmediata y total. Mientras Gijón organizaba la defensa interior y el abastecimiento, en el cuartel se preparaba la resistencia.

El asedio y la resistencia del cuartel de Simancas

Lo que siguió fue un asedio que se prolongó más de un mes. Milicias obreras y fuerzas regulares leales a la República rodearon el cuartel con la intención de neutralizar la insurrección y asegurar la retaguardia asturiana. Los sublevados contaban con víveres y munición limitados. Intentos puntuales de abastecimiento por mar no alteraron de forma decisiva la situación.

Las negociaciones de rendición, planteadas en varias ocasiones, no prosperaron. Pinilla rechazó cada propuesta y mantuvo la defensa incluso cuando la tensión física y psicológica dentro del edificio era extrema. El cuartel se cargó de un fuerte valor simbólico: para los republicanos era imprescindible extinguir el último foco del golpe en Asturias; para los sectores sublevados representaba la idea de resistencia numantina.

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La caída del cuartel y el cierre de la sublevación en Gijón

En agosto de 1936, los sitiadores emprendieron la ofensiva final. Artillería y cargas explosivas destruyeron progresivamente la estructura del cuartel, que se incendió varias veces. El 21 de agosto de 1936, las defensas se derrumbaron y las fuerzas republicanas tomaron el edificio. Pinilla murió en los últimos instantes del combate, manteniéndose fiel a la consigna de no rendirse.

Un punto de inflexión para el frente Norte

La caída del cuartel de Simancas consolidó el control republicano del territorio asturiano y convirtió a Gijón en una de las capitales militares e industriales del Norte. La ciudad se fortificó y reorganizó su industria para el esfuerzo bélico, recibiendo refugiados y combatientes de otras provincias. Pero su resistencia no sería permanente: el 21 de octubre de 1937, tras la ofensiva final franquista, Gijón cayó en manos de las fuerzas sublevadas y la guerra cambió de signo en la región.

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