El Pacto de Santoña, firmado en agosto de 1937, no fue solo una rendición militar: fue un golpe político y moral que fracturó al bando republicano y dejó al Frente Norte a merced del enemigo. A espaldas del Gobierno de la República y en plena ofensiva nacionalista sobre Santander, los dirigentes del Partido Nacionalista Vasco pactaron en secreto con los italianos del Corpo Truppe Volontarie (CTV) para salvar exclusivamente a sus tropas, dejando abandonadas a las demás fuerzas que combatían en la región.
Un frente al borde del colapso
Tras la caída de Vizcaya, el ejército republicano del norte —formado por asturianos, cántabros, brigadas internacionales y el Euzko Gudarostea— se replegaba hacia Cantabria. Aunque la situación era grave, la defensa podría haber sido posible en Asturias. Sin embargo, las autoridades nacionalistas vascas consideraban la guerra perdida para su causa y decidieron buscar una salida particular.

La negociación oculta
El 24 de agosto de 1937, en Santoña, enviados vascos se reunieron con mandos italianos para acordar una rendición exclusiva. El Pacto fue negociado principalmente por el político del PNV Juan de Ajuriaguerra, con la mediación de un sacerdote, Alberto de Onaindia, que se comunicó con los mandos italianos. El pacto prometía trato digno, repatriación a Francia o internamiento bajo custodia italiana, evitando la entrega al ejército franquista. No hubo consulta ni coordinación con el resto de mandos republicanos: se actuó de espaldas a ellos, rompiendo la unidad de defensa.
El derrumbe acelerado
El 26 de agosto, mientras Santander caía, columnas de gudaris se entregaban en el puerto de Santoña. La imagen de combatientes rindiéndose mientras otros aún resistían fue devastadora para la moral republicana. El acuerdo se basaba en la premisa de que los batallones vascos se rendirían a los italianos, quienes los tratarían como prisioneros de guerra bajo su custodia, garantizando su seguridad. También se acordó la evacuación por mar de los líderes políticos y militares del PNV. Sin embargo, el pacto fue rápidamente incumplido. Aunque los soldados vascos se entregaron a los italianos, estos los entregaron poco después a las fuerzas franquistas. Los barcos contratados para la evacuación fueron interceptados, y el plan de escape fracasó.
Para sus defensores, el pacto fue una maniobra desesperada para salvar vidas. Para buena parte de la República, fue una traición que selló la suerte del Frente Norte, rompió la confianza entre aliados y dejó claro que, en la Guerra Civil, no todos luchaban por el mismo objetivo.