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La sublevación triunfa en Granada

La provincia de Granada se convirtió en uno de los primeros escenarios del golpe de Estado de julio de 1936. La sublevación militar, liderada por el general José López-Pinto, triunfó con una rapidez que contrastó con lo ocurrido en otras grandes ciudades andaluzas. La guarnición militar de la capital, apoyada por la Guardia Civil, declaró el estado de guerra el 20 de julio y, tras unos días de enfrentamientos esporádicos, tomó el control total de la ciudad.

El Albaicín: un breve bastión de resistencia republicana en Granada

El 20 de julio de 1936, mientras los militares sublevados tomaban la ciudad de Granada con una rapidez inesperada, el barrio del Albaicín se erigió como un inesperado foco de resistencia. Este barrio histórico, de calles estrechas y laberínticas, con una notable presencia de militantes anarquistas y obreros de la CNT-FAI, se convirtió en el último reducto republicano.

La resistencia en el Albaicín fue más un acto de heroicidad y desesperación que una estrategia militar planificada. Los defensores, mal armados y escasos en número, levantaron barricadas en las principales entradas del barrio. Desde los tejados y balcones, utilizaron sus pocas escopetas de caza y pistolas para intentar frenar el avance de las tropas sublevadas. Su objetivo era resistir el tiempo suficiente para que llegaran refuerzos desde otras partes de Andalucía.

Sin embargo, el triunfo de los sublevados en el resto de la ciudad de Granada había sido tan rápido que la ayuda nunca llegó. El general López-Pinto, al mando de las tropas golpistas, decidió acabar con la resistencia del Albaicín de manera contundente. Desde las colinas cercanas, se colocaron piezas de artillería en la Alhambra y en la entrada de la iglesia de San Cristóbal, desde donde dominaban el barrio. La artillería, junto con el fuego de la infantería, la Guardia Civil y los falangistas, se encargó de sofocar la resistencia.

La lucha duró apenas unos días. A pesar de la bravura de sus defensores, la superioridad militar de los sublevados era abrumadora. Las barricadas fueron derribadas y la resistencia se disolvió. Sin embargo, un gran número de los milicianos y defensores del Albaicín lograron huir por los caminos de sierra y se unieron al frente republicano de Guadix, donde la guerra continuaría durante casi tres años más. Los que no lo lograron sufrieron la represión que se desató en la ciudad tras el triunfo de la sublevación.

iglesia de san nicolás

La iglesia de San Nicolás en el Albaicín fue presa de las llamas derrumbándose su techumbre

La provincia dividida: el frente de guerra y el «Cerco de Granada»

Una vez consolidado el control en la capital, los sublevados intentaron expandir su dominio por toda la provincia. No obstante, se encontraron con una tenaz resistencia en las comarcas del norte y el este. La provincia quedó partida en dos, con un frente de guerra que se estabilizó durante gran parte del conflicto. Las fuerzas republicanas lograron controlar el norte, con bastiones importantes en Guadix y Baza, mientras que los sublevados dominaban la capital y las zonas occidentales.

Este frente de guerra, que se extendía a lo largo de la Sierra Nevada y la Sierra de Huétor, fue conocido como el «Cerco de Granada». Los combates se intensificaron en lugares estratégicos como el Puerto de la Mora y los alrededores de Sierra Nevada, donde ambos bandos construyeron complejas líneas de trincheras y fortificaciones. La guerra en la provincia no fue solo de grandes ofensivas, sino también de una desgarradora guerra de posiciones que causó un gran número de bajas y un enorme sufrimiento entre la población civil.

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